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Cuando la falsa propuesta de Contracultua logra un cheque sin fondo

Escribe: Lic. Mario Nieto

La mentira ha logrado en nuestro tiempo un status incríble, al punto que en el ámbito político es ampliamente aceptada como una práctica habitual, que se utiliza en beneficio de proyectos personales o grupales sin ningún disimulo; lo llamativo es que tales conductas no parecen afectar en el corto plazo, el apoyo que reciben los estafadores de la fe pública; sin embargo la historia enseña de forma inapelable que la falsedad y la traición a la larga, se pagan. «La verdad es hija del tiempo, no de las autoridades» solía decir Galileo Galilei y vaya si tenía razón, aunque es una verdadera pena que las sociedades deban tranitar penosos caminos hasta encontrar la senda y los guias correctos. El Papa Juan XXIII sostenía que la política practicada desde el corazón «es la más alta forma de servicio». La tendencia discursiva de quienes irrumpen en el escenario político denigrando los valores, sembrando el odio, prometiendo un cambio social, que en la práctica solo beneficia a grupos que concentran el capital, tiene hoy plena vigencia. Asistiemos a una puesta en escena de una supuesta contracultura. El término fue utilizado inicialmente por Theodore Roszak, historiador de EE.UU. que en 1968 publicó en su libr «El nacimiento de una contracultura«, donde planteaba la rebeldía contra conceptos hegemónicos imperantes, cuestión que ganó principalmente a jóvenes y grupos sociales marginales. Hoy, en Argentina, el entorno generalizó la tendencia y….fue mayoría; disconformes y partidarios del odio sumaron su empuje para lograrlo. A poco de andar estamos asistiendo a un grave perjuicio, que sufren grandes sectores sociales, logrado solo con un burro y una zanahoria; pero como decía un conocido personaje que solo tenía uno de éstos animales para ayudarlo a vivir: «cuando estaba aprendiendo a no comer…..se murió». El maestro Zen Denko Mesa escribió en sulibre Quimeras del Ego: «La raíz de todos nuestros males reside en los engaños». Como comunicadores, como miembros de una sociedad, como seres humanos, no podemos solo decir: «jodansé», a los desprevenidos entusiastas que también sufren el desencanto, sino animarlos a que persigan su felicidad en vez de obrar con ojeriza surgida de una falsa y rebuscada «contracultura».

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